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ALCOHOLISMO, SIEMPRE EN LUCHA POR LA VIDA.

Tengo treinta y cuatro años, soy la mujer de un enfermo alcohólico en proceso de rehabilitación, y quiero contaros mi historia con final feliz.

 

Desde el momento en el que nacemos, continuamente estamos luchando por vivir, y en muchas ocasiones depende de nuestras decisiones como sea la vida que tengamos.

 

Mi infancia la pasé en un pueblo muy pequeño en el que gozaba de una gran libertad, y aunque mis padres apenas nos podían dar caprichos, tuve una infancia muy feliz en la que no recuerdo nada que realmente me asustase, como debe de ser.

 

Luego, al ir creciendo, una de las cosas que más miedo me daba era ver un borracho, que se me acercara y que me dijese algo me asustaba tanto que me ponía a llorar. En aquellos momentos nunca imaginé que el alcohol iba a estar muy presente en mi vida.

 

Cuando llegué a la adolescencia conocí a quien hoy es mi marido. En aquella época nos solíamos ver los fines de semana y en la mayoría de ocasiones él acababa la noche completamente borracho, bebía cantidades imposibles de digerir, al menos por mí. Por entonces, yo sabía que él tenía un problema con el alcohol y me daba mucha pena verle en ciertas ocasiones. Con el tiempo, también pude conocer la gran cantidad de virtudes que posee y que fueron estas las que hicieron que me enamorase de él, pero todas estas cualidades se desvanecían cada vez que el alcohol aparecía.

 

Por eso, en cuanto decidí que podíamos formar una pareja, le puse una condición: "el alcohol o yo", puesto que las dos cosas juntas éramos incompatibles, y cómo no, me eligió a mí. Pero esto sólo fue de palabra, y mi primer error. Esta fue la primera vez que intenté ayudarle a dejar de beber. Después de esto, llegaron múltiples ocasiones en las que le ofrecí mi ayuda; yo creía que yo sóla podía conseguirlo, pero este remedio sólo funcionaba unos meses y luego todo volvía a la normalidad del alcohol.

 

Con el tiempo, me fui cansando, y al final, yo misma no quería ver la realidad, es más, llegaba incluso a justificarlo diciendo frases del estilo a "no aguanta la bebida, con poco que tome le sienta fatal".

 

En el año 2012, me quedé embarazada, y a un mes de dar a luz, lo ví todo clarísimo. Mi marido llevaba unas semanas llegando a casa borracho, se quedaba dormido a la mínima y no había quién le despertase, y ya era imposible hablar con él de ningún tema. Tenía que plantarme y enfrentarme al alcohol; yo no quería que nuestra hija creciese viendo cómo esta droga destrozaba nuestras vidas, y sobretodo quería evitar que la historia se repitiera. Entonces le dí su última oportunidad: o buscaba ayuda profesional para dejar el alcohol por completo, o nuestras vidas tendrían que ir por caminos diferentes. Ese día lloré todo lo que no había llorado durante años porque estaba segura de que él no iba a reaccionar, que nuestra vida juntos había llegado a su fin.

 

Pero mi sorpresa fue cuando él me dijo dónde podíamos encontrar la ayuda que necesitábamos, era en A.R.BA., y aunque él me decía que estaba seguro de que no necesitaba este tipo de ayuda, al final accedió a ir.

 

Tras su primera reunión en grupo llegó a casa, y me dijo: "no pienses que esto se pasa yendo unos meses a terapia, es para siempre, y se necesitan años para poder estar bien". Su pensamiento ya havía cambiado de manera importante, y él ya había dado el primer paso para vencer al alcohol. Yo sólo esperaba que esta vez fuese de la definitiva.

 

Cuando yo fui a A.R.BA. por primera vez, vi que había más gente en mi situación, cada uno con su propia historia, pero en todas había un protagonista: el alcohol. Me resultó muy fácil hablar de mi historia personal, aunque nunca antes lo había hecho. En esta reunión me dijeron que lo que tenía mi marido era una enfermedad, y entonces no lo entendí, pero ahora, con todo lo que he aprendido en la asociación, estoy completamente segura de ello.

 

A los pocos días de esta reunión, nació nuestra hija, y yo creo que a los dos nos dio más fuerzas que nunca para luchar por una nueva vida que estaba comenzando para los tres.

 

Mi marido ya lleva año y medio sin probar el alcohol, y lo ha cambiado por otras costumbres mucho más sanas, colabora en las tareas de la casa, se preocupa de su trabajo, cuida de nuestra hija, de mí, y sobre todo de él. Ahora es muy fácil tener conversaciones normales con él, sin palabras entrecortadas carentes de ningún sentido, en las que me enseña gran cantidad de cosas que sabe sobre muy diferentes temas.

 

Mi lucha personal contra el alcohol, ahora es una lucha gratificante, que me llena de alegría, esperanza, serenidad, y un sinfín de buenos sentimientos. Esto sí que es vivir, vivir libre del alcohol, vivir con ilusión, vivir orgullosa de mi familia.

 

Y por todo ello quiero dar las gracias, en primer lugar, al trabajo y apoyo incondicional de los compañeros y técnicos de A.R.BA., a nuestra familia, a mi hija y por supuesto a mi marido, ya que la combinación de todos ellos es lo que ha hecho posible que hoy esté yo aquí viendo lo mejor de la vidal

 

Ahora os quiero invitar a todos a reflexionar. Vivimos en una sociedad en la que el alcohol es un hábito social bien visto y del que todos sabemos que conlleva ciertos riesgos. Hay información sobre el alcohol, pero yo creo que no está bien enfocada y pienso que los que hoy estamos aquí tenemos las herramientas necesarias para concienciar a la sociedad de los verdaderos riesgos. Como todos sabéis, cada vez se empieza a beber a edades más tempranas, y es verdad que nuestras experiencias sirven para ayudar a compañeros nuevos que llegan a cada asociación, pero entre todos los que somos yo creo que se puede llegar a mucha más gente que necesita ayuda y no se atreve a pedirla, ya que este hábito social está mal visto justo cuando se convierte en enfermedad.

 

 

 

 

 

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